por Helen Sword
Traducción: Ana S.Mazía
Tome un adjetivo: implacable, o un verbo, calibrar,
o cualquier sustantivo, compinche, y
agréguele un sufijo como idad, ción o ismo. Ha creado, así, nuevos sustantivos: implacabilidad, calibración,
compinchismo. Qué impresionante, ¿no?
Los sustantivos que se forman con otros elementos
del idioma se llaman sustantivaciones.
A los académicos les encantan, y también a los abogados, los burócratas y los
escritores de textos relacionados con los negocios. Yo los llamo
"sustantivos zombis", porque canibalizan a los verbos activos, les
chupan la sangre a los adjetivos y remplazan seres humanos por entidades
abstractas:
"La proliferación de sustantivaciones en una
formación discursiva podría ser una señal de la tendencia a la pomposidad y la
abstracción."
La oración que antecede contiene siete
sustantivaciones, nada menos, cada una de las cuales está formada a partir de
un verbo o de un adjetivo. Y, sin embargo, no nos dice quién está haciendo qué.
Si eliminamos o reanimamos la mayoría de los sustantivos zombis, y tendencia se convierte en tiende a, abstracción en abstracto,
y agregamos un sujeto humano y algunos verbos activos, la oración da un salto y
vuelve a la vida:
"Los escritores que sobrecargan sus oraciones
con sustantivaciones tienden a sonar pomposos y abstractos."
Sólo se le permite permanecer a un sustantivo
zombi: la palabra clave sustantivación.
En el mejor de los casos, las sustantivaciones nos
ayudan a expresar ideas complejas: percepción,
inteligencia, epistemología. En el peor, obstaculizan una comunicación clara. He
conocido a colegas académicos tan fascinados por sustantivos zombis como heteronormatividad e interpelación, que olvidan cómo habla la
gente común. Sus alumnos, a su vez, absorben el peligroso mensaje de que las
personas que usan palabras grandilocuentes son –o parecen- más inteligentes que
quienes no las emplean.
En realidad, cuanto más abstracta sea la materia,
más valorarán sus lectores las historias, las anécdotas, los ejemplos y otros
asideros que los ayuden a seguir en la huella. La historiadora literaria
Gillian Beer, en su libro "Los argumentos de Darwin", complementa
sustantivos abstractos como evidencia, relaciones, y creencias
con verbos vívidos como: rechazar, dar vuelta, regocijar, y con sustantivos concretos que aluden a la experiencia
sensorial: tierra, sol, ojos:
"La mayoría de las teorías científicas más
importantes rechazan el sentido común. Apelan a evidencias que están más allá
del alcance de nuestros sentidos y dan vuelta el mundo observable. Perturban
las relaciones aceptadas y convierten en metáfora lo que ha sido sustancial.
Ahora, la tierra sólo parece inmóvil. Estas teorías principales desmerecen,
ofenden y se burlan de aquellos que las enunciaron primero, aun cuando dentro
de cincuenta años, más o menos, sus propios descubrimientos serán considerados evidentes,
se tomarán como parte del aparente sentido común dentro del conjunto de
creencias que nos dicen que la tierra gira alrededor del sol, por más que
nuestros ojos nos digan otra cosa."
Su materia, las teorías científicas, no podría ser
más cerebral y, sin embargo, su lenguaje se mantiene firme, anclado al mundo
físico.
Comparemos la firme prosa de Beer con el siguiente
pasaje de un libro sobre Ciencias Sociales:
"La participación parcial de los novatos no
está, de ningún modo, 'desconectada' de la práctica del interés. Más aun,
también es un concepto dinámico. En ese sentido, cuando se habilita la
periferalidad, se sugiere una apertura, un modo de lograr el acceso a fuentes
de entendimiento a través del crecimiento del compromiso. Entonces, la
ambigüedad inherente a la participación periférica debe estar vinculada con
cuestiones de legitimidad, de la organización social y el control sobre los
recursos, si queremos que logre su potencial analítico pleno."
¿Por qué leer este párrafo da la sensación de
chapotear en un barro espeso? El secreto subyace en el meollo gramatical:
"La participación es... Esto es... La periferalidad sugiere... La
ambigüedad... debe estar vinculada..." Cada una de las oraciones tiene un
sustantivo zombi o un pronombre como sujeto, acoplado a un verbo poco
inspirador. ¿Quiénes son las personas? ¿Dónde está la acción? ¿Qué historia
están contándonos?
Para percibir de qué modo funcionan los
sustantivos zombis, use algunos en una oración y fíjese cómo le quitan toda la
savia. George Orwell empleó este juego en su ensayo: "La política y el
idioma inglés", mostrando el contraste entre un conocido verso del
Eclesiastés y su propia traducción satírica:
"Yo regresé y vi bajo el sol que la carrera
no es para el veloz, ni la batalla para el fuerte, ni tampoco el pan para el
sabio, ni las riquezas para los hombres astutos, ni tampoco para favorecer a
los hombres hábiles; sino que el tiempo y la suerte influyeron en todos
ellos."
Helo aquí en
inglés moderno:
"Las consideraciones objetivas de los
fenómenos contemporáneos nos fuerzan a la conclusión de que el éxito o el
fracaso en las actividades competitivas no muestra una tendencia acorde con la
capacidad innata, sino que una considerable proporción de lo impredecible, invariablemente,
debe tenerse en cuenta."
El pasaje de la Biblia se refiere a nuestros
sentidos y emociones con sustantivos concretos: sol, pan, descripciones
de personas: el veloz, el sabio, los hombres astutos, los
hombres hábiles, y vivaces sustantivos abstractos: carrera, batalla, tiempo, oportunidad. En contraste, la versión de Orwell en "inglés moderno" está repleta de
sustantivaciones: consideraciones, conclusión, actividades, tendencia, capacidad, impredecible, y otras nebulosas abstracciones: fenómenos, éxito, fracaso, elemento. Los zombis han invadido la aldea, y los humanos han
huido.
El daño más grave que causan los sustantivos
zombis es cuando se juntan en bandas generadoras de jerga y contagian a cada
sustantivo, verbo y adjetivo que quede a su alcance: globo se convierte en global
que se convierte en globalizar y en globalización. El abuelo de todas las
sustantivaciones, antidesestablishmentarianismo
contiene, en potencia, por lo menos, dos verbos, tres adjetivos y seis
sustantivos.
Un párrafo recargado de sustantivaciones hará
dormir a sus lectores. Despiértelos con vigorosas oraciones regidas por verbos,
que están estructuradas de un modo concreto y claro, y bendecidas por la
ausencia de zombis.
Para una evaluación operacionalizada de su propensión
a la dependencia de la sustantivación (traducción: para diagnosticar sus
hábitos zombis), intente pegar algunas muestras de su prosa en el Writer's Diet test (test o prueba de la
dieta del escritor). Un puntaje "fofo" o "ataque al
corazón" en la categoría sustantivos indica que un cinco por ciento o más
de sus palabras son sustantivaciones.
La autora,
Helen Sword, da clases en la Universidad de Auckland y ha publicado numerosos
textos acerca de la escritura académica, la pedagogía de la educación superior,
la literatura modernista y la poética digital. Su último libro es "Stylish
Academic Writing" (Escritura académica elegante) (Harvard University Press
2012)
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