Catita se pregunta, desorientada:
¿Lo quéeeeee?
Con tanta palabra casi sin estrenar, ¿por qué armamos tales mamarrachos?
Y se lo escuché a un señor supuestamente culto, ilustrado, que hablaba de un libro a punto de presentar en la Feria del Libro. Elogiaba a quien le había escrito el prólogo.
¿Acaso no conocía otra forma de decirlo?
¿De decir qué?
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